Hay una etapa, en la vida de todos, en la que nos damos el lujo de adaptarnos a los otros casi sin darnos cuenta.
Para muchos ocurre entre la secundaria y la prepa, cuando nuestros gustos no están definidos porque nuestro universo es limitado. Te gusta la música que has tenido oportunidad de escuchar, la que oían tus papás, tus hermanos mayores, tus vecinos, las personas con las que has tenido contacto en la vida, y sobre eso tienes una opinión, pero el universo conocido a los 13 años es bastante limitado.
Así, a los 14 puedes decir que no te gustan las cumbias que escuchaban tus tías o que la música clásica de tu abuelita te parece aburrida, todo esto antes de que a los 26 le encuentres una onda retro nostálgica que la regrese a tus gustos musicales.
Y hablar de la música es un ejemplo, pero lo mismo pasaba con todo. Si a los 13, 14, o 15 aparece un muchachito clavado en el metal era muy común que nos volviéramos metaleras, o el chavito que escuchaba trova con su primo y entonces Fernando Delgadillo se volvía el tema romántico de un sinfín de relaciones.
Son los años de rebeldías amorosas. Años en que vamos adquiriendo gustos prestados antes de hacerlos nuestros, antes de decidir si van a permanecer en nuestro repertorio de preferencias de acuerdo a nuestras personalidades. Son los años de piercings, tatuajes, pelos de colores, cortes extremos, o comportamientos radicales que surgen de ideas prestadas, de gustos ajenos, y de un desconocimiento de universos paralelos.
Nos damos el lujo de adoptar ideas ajenas y volverlas propias, defenderlas a capa y espada como si hubieran nacido en nosotros sólo porque el gran amor de tu vida (en ese momento) las adoptó de alguien más y son parte de su universo.
Por lo general, los años de rebeldías amorosas transcurren en la adolescencia, cuando todo es rebelde y el amor es mágico y los sentimientos son definitivos. Años dramáticos en los que vamos formando nuestras personalidades y un mes podemos colgar a Britney Spears de la puerta del clóset y al mes siguiente conocer al imbécil que nos haga colgar a Jenni Rivera (cada quien donde haya crecido).
Estos gustos y encuentros con otros universos contribuyen a formar nuestras personalidades a definir a futuro quiénes seremos. Por eso a mi me encanta preguntar más allá de ¿qué música escuchas? ¿qué música escuchabas en la prepa? ¿De quién tenías pósters colgados en las paredes? Porque generalmente viene una buena historia detrás mientras con nostalgia recordamos nuestros años de rebeldías amorosas.
Esta etapa no está determinada por la edad. Es curioso encontrar chavos de 25 años que apenas están descubriendo sus rebeldías y que al chico más serio un día lo ves metido en un concierto de Calle 13 al lado de una chavita que baila y disfruta esta música porque es parte de su personalidad adulta. Me sorprende cuando estas cosas pasan a edades curiosas.
Yo viví mis años de rebeldías amorosas a los 15, como muchas personas, y hay gustos que permanecen y gustos que ahora son culposos y otros que digo ¿cómo me gustaba eso? para gusto y recocijo de mi madre.
Es divertido ver a quienes les toca vivirlos a los 25 o a los 30, porque la percepción de la rebeldía es diferente. Nadie se da cuenta de que está siendo rebelde, sobre todo cuando las acciones se deben a otra persona. Pocos tienen el valor de admitir que no es que a ti te guste, sino que te gusta estar con esa persona a la que le gusta Molotov, o Daddy Yankee o Mozart (gusto genuino, no por onda hipster).
Y es más divertido, y deprimente tal vez, darme cuenta de que los que vivimos nuestras rebeldías amorosas en la adolescencia llegamos a los 25, y a los 26 en mi caso, con gustos bastante formados e ideas bastante precisas sobre la vida, porque hemos conocido diferentes universos en el camino y nos hemos enamorado de muchos estilos y gustos y hemos colgado cientos de pósters en las paredes para terminar dejando únicamente los que realmente nos gustan. Es como mirar las fotos de la prepa y decir ¿cómo me vestía así? y recordar que lo hacías porque a ESA persona (que en ese momento era EL amor de tu vida) le gustaba.
Y ahora, a los 26, y aunque sigues aprendiendo de cada persona que cruza tu camino, tienes una personalidad definida que va acompañada de ciertos gustos que no cambian. Ya para estas alturas descubriste la trova, la música clásica, el rap, el metal, el rock pesado, la cumbia, el cuarteto, la bachata y hasta la gaita y sabes exactamente qué te gusta, qué puedes tolerar por amor, y qué te va a hacer salir corriendo.
De las muchas cosas que le extraño a mi ex es su gusto musical… Creo que era lo único bueno que tenía…